La Cruz de Cristo: Amor Redentor y el Sacrificio que Nos Salvó

Cristo no vino como los judíos lo habían anticipado. No apareció de una manera que les trajera gloria nacional. Su mensaje fue: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.” Marcos 1:15. Los judíos rechazaron a Cristo porque no se conformaba a sus ideas preconcebidas. Las tradiciones humanas, simplemente por ser antiguas, eran consideradas como verdades incuestionables. Hoy, la iglesia enfrenta el mismo peligro.

Muchos no están dispuestos a despojarse de los vestidos de su propia justicia propia. Se niegan a cambiar su justicia defectuosa—que en realidad es injusticia—por la justicia perfecta e incontaminada de Cristo, la cual es la verdad pura. El Espíritu Santo no halaga a nadie, ni actúa según los planes humanos. Los hombres finitos y pecadores no deben controlar la obra del Espíritu Santo.

Cuando el Espíritu Santo viene como un reprensor a través de cualquier instrumento humano escogido por Dios, es deber del ser humano escuchar y obedecer Su voz. Cristo dio Su vida por cada hijo e hija de Adán. Cuando el Hijo de Dios ha demostrado un amor tan asombroso al hacer este gran sacrificio por el pecador—para que, por la fe en Él, no perezca sino que tenga vida eterna—¿cómo puede el destinatario de tan grande amor permanecer indiferente, continuar en pecado y desobediencia, y no confesar a Cristo sinceramente y sin demora? ¿Cómo puede alguien escoger amar el mal? Al hacer la voluntad de Aquel que ama al mundo y dio a Su Hijo unigénito para morir por ellos, fortalecen cada facultad del alma y crecen en felicidad y paz.

El Señor ha honrado grandemente a la humanidad al dar a Jesucristo para rescatarla del poder de Satanás. Jesús ha dicho: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” 2 Corintios 12:9. Cualquiera que intente hacer el bien en su propia fuerza limitada fracasará al final. Pero los que aceptan a Cristo por la fe lo descubrirán como un Salvador personal. Su gran sacrificio no fue hecho para provocar amor en el corazón del Padre hacia la humanidad, ni para hacerlo dispuesto a salvar. ¡De ninguna manera! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16.

El Padre nos ama—no por la gran propiciación—sino que Él proveyó la propiciación porque nos ama. Cristo fue el canal por el cual el Padre pudo derramar Su amor infinito sobre un mundo caído. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo.” 2 Corintios 5:19. Dios sufrió junto a Su Hijo. En la angustia de Getsemaní y en la muerte del Calvario, el corazón del Amor Infinito pagó el precio completo por nuestra redención. Solo el Hijo de Dios podía cumplir esta obra redentora, porque solo Aquel que estaba en el seno del Padre podía revelarlo. Solo Aquel que comprendía plenamente la altura y la profundidad del amor de Dios podía revelarlo. Nada menos que el sacrificio infinito que Cristo hizo en favor de la humanidad caída podía expresar el amor del Padre por un mundo perdido.