Amor del Pacto: La Promesa Eterna de Dios de Redención y Relación

Dios tiene un amor profundo y sincero por cada ser humano; no hay uno solo que sea olvidado, ni uno que quede indefenso o engañado para ser vencido por el enemigo. Si aquellos que se han unido al ejército de Cristo se ponen toda la armadura de Dios y la mantienen puesta, estarán protegidos contra cada ataque del enemigo.

Aquellos que sinceramente desean ser enseñados por Dios y caminar en Sus caminos tienen una promesa segura: si reconocen su necesidad de sabiduría y la piden a Dios, Él la dará generosamente y sin reproche. El apóstol dice: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.” Santiago 1:6. Dios respalda cada una de Sus promesas, y no hay mayor deshonra para Él que el dudar y vacilar—pedir sin creer, y luego hablar con incredulidad. Cree—cree que Dios hará exactamente lo que ha prometido. Mantén tus oraciones elevándose al cielo. Vigila, trabaja y espera. Pelea la buena batalla de la fe. Di a tu corazón: “Dios me ha invitado a venir. Él ha escuchado mi oración.”

Él ha dado Su palabra de que me recibirá, y cumplirá Su promesa. Puedo confiar en Dios, porque “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16. El Hijo de Dios es mi Redentor. Dios nos ha dado a Jesús, y en Él se revela Dios. Nuestro Redentor dice: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.” Juan 14:23. “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros.” 1 Juan 2:24. “Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.” 1 Juan 2:24. Cuando conocemos a Dios y a Jesucristo, a quien Él ha enviado, un gozo indescriptible llena el alma. ¡Oh, cuánto necesitamos la presencia divina!

Las provisiones y bendiciones de Dios a nuestro favor no tienen límite. El trono de la gracia es la mayor atracción porque está ocupado por Aquel que nos invita a llamarlo Padre. Sin embargo, Jehová no consideró que el plan de salvación estuviera completo solo con Su amor. Él ha designado un Abogado en Su altar, revestido de nuestra naturaleza. Como nuestro Intercesor, la obra de Cristo es presentarnos ante Dios como Sus hijos e hijas. Él intercede por todos los que lo reciben. Con Su propia sangre, ha pagado el rescate. Por Sus propios méritos, les concede poder para llegar a ser miembros de la familia real—hijos del Rey celestial. El Padre demuestra Su infinito amor por Cristo al recibir y dar la bienvenida a los amigos de Cristo como si fueran Suyos. Está plenamente satisfecho con la expiación que se ha hecho. Es glorificado por medio de la encarnación, la vida, la muerte y la mediación de Su Hijo.